UNA NOCHE DE AGOSTO

¿Dónde quedaron boca y manos
y los vanos suspiros de echarnos de menos?
¿Qué fue de tus trenzas, de tus ojos verdes?
¿Qué pierdes o qué ganas con el silencio?
Quizás así te convenzas, hoy en día,
que en aquel agosto fuiste mía.

La callada por respuesta es tu única propuesta,
como una puerta cerrada que deja pasar por sus rendijas
la verdad abierta, y desnuda, y hecha trizas:
Bien cierta es la mentira que decía que fuiste mía.

Tú y yo, impulsos de barro contra el fuego
que luego solidificaron en Don Jarrón Rechazo de Porcelana.
Sus retazos son los trazos de la rendición que yace plana.

Y yo, que de esperarte me salieron vuelos, alas, nidos.
Bien tu sabes que las aves son capaces de emigrar
por muy rapaces que se vuelvan las uñas de tus latidos.
Me salieron puertos, veleros, y percheros donde colgar
el sombrero de esperar bajo la lluvia.

Te perdí, rubia, buscándote.
Me agosté en agosto, esperándote.
Te perdí por no saber contar los días,
te perdí por no saber esperarte aquel verano.

Te perdí pensando que eras mía...

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