EL INTRÉPIDO EXPLORADOR

Se acurruca como una niña a su butaca,
y se ríe con una carcajada
que inunda el cielo con un centelleo.
Con una lluvia de colores que me sana la piel.

Le brillan los ojos de música y de emoción.
Le miro de reojo a las manos,
para acariciar las caricias con mi mirada miedosa.
Y nunca fue tan cobarde el intrépido explorador.

Nunca guardé tanto silencio,
nunca antes fui a tientas buscando las estelas de tu pelo.
Se encabrita el corazón,
por fin, de nuevo, de sopetón,
y me gusta;
me gusta que me inunden como un mar
las ganas alocadas de volver tras tus pasos.
Las ganas de bajar de los tejados como un gato en celo
a descorrer el velo que me aleja como reja de tu boca.

Pienso afilar las uñas pa' trepar despacito por tu espalda,
a descolgar la luna y traerla hasta tu alcoba,
a maullar desde el quicio de las sábanas,
a esperar al alba y volvernos a besar.

Que no besarnos es acribillarnos con puñales,
si yo quiero auparme a tus ojos ventanales de coral,
y vivir del vértigo y del látigo de tu lengua.

Y tú quieres que vaya y que venga,
que te abanique de piropos hasta volverte loca;
que ya toca que alguien disipe las nieblas
que te enturbian el reguero de mirar.

Yo, me dejo amarrar y alimentar de devaneos,
dormir la fiera con el murmullo de un susurro de tu voz.
Yo me dejo enmarañar la madeja de mis greñas
porque poco a poco vas queriendo pasear.

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