TE ODIO

Te odio por la insolencia de tu desprecio.
Te odio por caminar con la cabeza erguida,
por emborracharme con tus ojos y dejarme ahí tirado.

Te odio porque me alzaste demasiado,
porque no has mirado ni una sola vez atrás,
porque no supiste recogerme.
Te odio por la miserable vida que te empeñas en mantenerme.

Te odio para encontrar una salida
al callejón de tus huellas por la arena.
Por llevarte la pena de lo que pudo haber sido y nunca fue.

Te odio porque tuviste todas las oportunidades
de mis manos que nunca dan, y ninguna cogiste.
Sólo sirvieron para abanicarte todas mis ansias por llamarte.

Te odio y ahora me vienes
acordándote de las marcas de mi piel.
¿Y bien?
¿Qué es lo que esperas que diga
si fuiste tú quien me mandaste callar?
¿Qué se espera que se haga con el silencio
sino convertirlo en viento que te obliga a caminar?

Fue bonito mientras mintió tu boca diciendo que era mía.
Fue bonito enseñarte mis cicatrices, y pasear,
y pensar que por siempre así sería.

Pero las marcas dejaron más marcas,
y yo me desmarqué de cansarme de esperar,
y tú no deshiciste las altivas trenzas
que un día, de mentira, me encandenaron.

Ya cesaron los latidos que me aunaban a las ondas de tu pelo.
Ya dejaron los latidos de darle sentido a los relojes de la madrugada.
Se quedó parada la esperanza en la parada del tren
y esperando tu llamada se marchó andando al hotel.

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