ME DICES COSAS BONITAS

Me dices cosas bonitas y yo callo
como un gallo en días de eclipse

que no sabe a qué luz cantar,

de qué luna despedirse.


Me dices cosas que no sé cómo encajar,
y en mi apolillado armario los piropos recibidos

son corsarios que me tiñen el rostro de sangre y perla;

son islas desiertas de mis mil mundos perdidos.


No sé qué decir para devolverte las rosas que me lanzas,
yo, que sólo sé parir del barro y de la nieve,

yo que no sé dibujar.

Yo que sólo sé naufragar, te abalanzas a mi mar

a esperar a que nos lleve la corriente cálida del trópico.


Mejillas rojas de uso tópico, silencio impuesto en la árida garganta cautiva.
Se le agarran las palabras en el canalón de saliva al gallo que no canta.
Y mirar de soslayo de tu cumbre hasta tu falda
parece mejor jugada

si quedo expuesto a la costumbre olvidada

de endulzarme la herrumbre por las bocas enfrentadas.


Será mejor besarnos, que hace frío,
y dejar el chantillí de tu boca para el postre de tu cama

cuando toque a noche loca, a colgarnos,

a trepar de rama en rama, a columpiarnos

y a saltar por el vacío por el valle de tus piernas
hasta el río donde mueren los poetas.

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