LA LEY INNATA (ALICIA V)

Hoy has vuelto con el viento.
Has vuelto a deshojar el árbol inerte que es mi congoja.
Has vuelto a darme temblor en las manos,
a empañarme la mirada, a quebrarme la voz.

Se amontonan mis ansias de hablarte,
de decirte, de contarte, de pedirte explicación.

Al principio, supongo que he querido agradecer que estés viva.
A mí no me parece ninguna estupidez, bien pensado.
Un alivio contra dudas, contra la acidez de esta prisión.
Al menos, ahora, el aire corre un poco alrededor...

Y soy un retortijón, pasado el primer trago.
¿Qué se supone que significo en tu cabeza?
No sé si te has dado percatado
de que bajo el payaso pintarrajeado
hay un vergel de flores mustias de coral.
No sé si sabes que me he secado de llorar sal.
No sé si sabes que has pulverizado mis vísceras.

¿Cómo te has atrevido a tirarme a la puta basura con tal impunidad?
¡Qué irónico sería estrangular
el mismo cuello esbelto y delicioso
que tantas veces he deseado besar!

Suerte que no estás delante y no me puedes ver llorar.
Suerte que mis manos sólo quieren acariciarte el pelo.
Creo que temblarían al acercarme como mis hojas arrancadas al viento.

Ahora giro como una veleta, y me doy cuenta,
de que tu canción tampoco ha sido fácil de contar:

Siento terriblemente la maza que rompe tus piernas.
Siento que se rompieron demasiadas cadenas,
demasiadas veces contra los cristales.
Demasiados chasquidos vitales violándonos su ruido.

Siento en mi pecho cómo la vida irremediablemente te golpea.
Y sabes que si pudiera no dejaría que entrara ni la luz,
por si nos quema.
Que me arrancaría la piel para secar una lágrima tuya,
para escurrirla después, aún muerto de sed,
y refrescar tus heriditas.
Tengo la piel reseca en tiras de esperar tu lluvia.

De tanto ayudar tengo pies de barro y alas de cera.
Y así no puedo ni caminar, ni volar, ni nada.
Sólo aguardar en el laberinto que has tejido para mí.
Con tus ojos lo iluminas y lo oscureces,
y a veces lo minas, o lo reverdeces con tu mirada.
Yo sigo sin saber salir.
Yo sigo sin querer salir.
Al menos, ahora, el aire corre a bocanadas...

Y para respirar me mudo a tu tejado,
a vivir de los canturreos despistados que son tus suspiros,
a vivir de tus deditos tamborileando desatinos;
de los ricitos que dejaste en mi pelo enmarañado.

Y mi vergel de flores de coral, esperando por tu aliento.
sopla como el vidrio aquí en mi pecho,
y dame la luz, dame la vida.
Devuélveme el momento en el que me mecía el mar de tu saliva.
De toda esta luz haremos una balsa de reflejos
donde vernos guapos, donde nada nos haga daño.
Donde se nos olvide que una vez estuvimos rotos.

Donde todo lo que importe sea la imagen del uno en los ojos del otro.

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