EL AMARGO

Puedes cortar las cuerdas de mis venas,
y de su sangre hacerte unos alambres
y perder nuestro equilibrio;
Puedes pintar nuestro idilio
del color que tú prefieras:
Con los dioses más humildes
o con mierda bien sublime.


Nuestra historia es nuestra historia,
y nuestra boca se irá rota
si nos toca
separarse por las carnes.
Si te partes en mil partes,
como estallan tus pestañas al mirarme,
yo me parto como el alba
cuando toca madrugarse.

Un aullido en lo alto de un barranco.
Seré infarto, seré el blanco
en que ahora me deshago.

Que se marchan nuestros frenos
y cada vez somos más fraude...
Que muy pronto no tendremos
qué llevarnos a las fauces;
y de bruces
no sabremos si tenernos o caernos,
si querernos como enfermos
o apagar todas las luces...

Y será entre tinieblas, y de habernos escupido,
ya cansados de olvidarnos y de estar tan aburridos,
será así que nuestras manos buscarán ciegas las bocas;
volverán a temblar juntas,
a contar cientos de horas,
y llorarán por las caricias,
y las uñas y las rosas.

Y será de nuevo tarde
y cuando ya no haga falta
que veremos al mirarnos que una noche fuimos alas.
Que nos hicimos volar por un instante,
por un puto instante que valió toda una vida:
Un empacho de alegría

que quebró como el hielo cuando baila con el fuego.

Y sabremos que se nos dio de sí la risa,
y al final la hicimos trapos:
Los harapos que acolcharon la caída.
que fuimos plomo, y fuimos lastre,
y probamos a besarnos cuando todo era un desastre...


Y supimos de este amargo que rueda de bar en bar,
que malvive de ahondarnos el velo del paladar.


Que llega por las noches y cercena piel y venas,
que se antoja de tu pecho y lo aprisiona con la pena;
te susurra en los oídos, y se instala en tus recuerdos,
que te empaña la mirada y te arroja de tus sueños...

Que despiertas en la nada y deseas estar muerto.

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